El diésel ha sufrido un gran cambio a ojos de la opinión pública en los últimos años. Si hace una década era el combustible definitivo por su eficiencia y precio reducido, a día de hoy se le puede considerar el enemigo público número uno por su supuesta mayor polución. Hoy respondemos a dos preguntas:
¿Es verdaderamente más contaminante? Y ¿qué futuro le espera a los vehículos con motor diésel?
En primer lugar debemos explicar cuál es la diferencia entre el diésel y la gasolina. Ambos combustibles provienen de una mezcla de hidrocarburos, es decir, del petróleo. Sin embargo, el diésel tiene una densidad notablemente mayor y un mayor poder calorífico. De esta manera con menos combustible podemos obtener más energía, este el motivo por el cual decimos que el diésel “gasta menos”.
Por estos motivos los motores diésel vibran más, hacen más ruido y requieren un mantenimiento más caro, todo a cambio de obtener consumos más reducidos. Pero ¿realmente contaminan más si usan menos combustible?
Tanto los motores diésel como los gasolina producen en su combustión dióxido de carbono (CO2). Lo “bueno” de la gasolina es que no afecta notablemente al cuerpo humano, al menos en concentraciones bajas. Los motores diésel, además de producir CO2, expulsan a la atmósfera óxido de nitrógeno (NOX) además de otras partículas.
Estos elementos sí afectan de manera más directa a los seres humanos, provocando sobre todo problemas respiratorios. El problema llega al comprobar que el CO2 sí afecta notablemente al medio ambiente y el calentamiento global, lo que nos obliga a encontrar un equilibrio entre la emisión de ambos gases.
Una buena prueba de esto son las recientes etiquetas medioambientales de la DGT, que clasifican a los vehículos en función de sus emisiones. Así los eléctricos obtienen la etiqueta CERO, los vehículos con cualquier tipo de hibridación son ECO y los nuevos diésel y gasolina cuentan con la etiqueta C.
De esta manera podemos decir que hoy un vehículo de combustión nuevo, sea diésel o gasolina, es igual en lo que a emisión de gases se refiere. Quizás no a efectos reales, pero sí legales, por lo que un diésel nuevo se verá afectado por las mismas restricciones que un gasolina nuevo.
Es una incógnita saber qué tipo de restricciones serán, pero previsiblemente las habrá. Lo que es seguro es que llegarán de una manera más escalonada y pausada que las que sí empiezan a afectar en un futuro inmediato a los vehículos antiguos que tienen la etiqueta B o directamente no tienen distintivo medioambiental.